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A todes nos resuena que pasar tiempo en la naturaleza es algo bueno. Algo positivo. Que nos hace bien. En parte, esa percepción está construida por las narrativas que se repiten una y otra vez sobre lo beneficioso, placentero y revitalizante que es darse un paseo por el bosque, ver las vistas desde una cima o encontrar una playa de aguas turquesas escondida entre rocas.
Pero, ¿qué puede hacer para tu bienestar, salud y creatividad pasar tiempo en la naturaleza?
El primer beneficio tiene que ver con la frecuencia energética a la que vibran los seres vivos y materia en los entornos naturales. No estoy hablando de nada espiritual ni mágico, sino de la frecuencia que tiene todo lo que nos rodea. Como los colores que vemos, los sonidos que escuchamos, y las emociones que sentimos, la materia que nos rodea también está compuesta de energía que vibra (emite ondas) a distintas frecuencias.
Pasar tiempo en la naturaleza, es decir, pasar tiempo en entornos donde haya más elementos naturales que personas y edificios, hará que la frecuencia que se sobreponga a la nuestra, sea la del entorno. Y por eso, cuando salimos de la ciudad y llegamos a un pueblito o caminamos por un bosque, nuestra sensación física y emocional cambia.
No solo es la calidad del aire, sino la energía del lugar la que altera nuestra propia vibración habitual. La frecuencia en la que nos sumergimos cuando nos damos un baño en el mar, por ejemplo, es más cercana a nuestra propia vibración natural que en la que “sumergimos” en las ciudades, por lo que no solo sentimos un mayor nivel de bienestar, sino que nuestro cuerpo es mucho más capaz de entrar en procesos de descanso, reparación y autocuración cuando pasamos suficiente tiempo rodeados de esas energías.
De aquí vienen las recomendaciones de abrazar árboles (arboterapia) o descalzarse para andar sobre tierra (earthing). Ambas prácticas han sido estudiadas y recomendadas para reducir la ansiedad, mejorar el sueño, aliviar estados depresivos, reducir la inflamación, mejorar la respuesta inmune, regular la presión arterial, mejorar la función cognitiva y emocional, o ayudar incluso con trastornos de déficit de atención.
Los entornos de ladrillo y cemento que nos rodean la mayoría del tiempo cuando vivimos y trabajamos en ciudades, nos afectan.
Si la primera razón es una cuestión de frecuencia energética, la segunda, tiene que ver con nuestra lógica de vida.
Espero que no te parezca una afirmación demasiado audaz decir que todas las decisiones que tomamos a lo largo del día, determinan los resultados y experiencias que vamos a vivir. A largo plazo, determinan nuestra vida.
La perspectiva con la que tomamos esas decisiones, es decir, nuestra visión del mundo, nuestros valores, lo que creemos que es posible o no, lo es que correcto o no, tienen el mayor peso a la hora de tomar esas decisiones. Nuestra mente racional y analítica, coge la información del entorno, la analiza y clasifica según nuestros valores y experiencias previas, y así construye una lógica de vida desde la que operamos de forma totalmente inconsciente.
Cuando vivimos en ciudades con un ritmo frenético, por ejemplo, de horas puntas, tráfico y horarios de 9 a 5. A la hora de tomar decisiones sobre nuestra vida, de las más pequeñas a las más importantes, lo haremos desde esa lógica. Una lógica que además se ve constantemente reforzada y confirmada por el entorno en el que pasamos la mayor parte de nuestro tiempo.
Cuando sales a un entorno natural, el ritmo que te rodea cambia. Las reglas del juego no son las mismas. Las horas de luz y oscuridad, gobiernan el ritmo diario de animales y plantas. Las cuatro estaciones regulan los ritmos anuales. Los ciclos de la luna regulan los mares, las aguas e incluso nuestros ciclos internos.
Si te encuentras con un árbol frutal en medio del bosque, no tienes que darle un billete de cinco euros para coger una fruta. Suena ridículo dicho así, pero imagina cómo este cambio de lógica de existencia puede afectarnos a niveles mucho más sutiles.
Si te dejas afectar lo suficiente por esta otra lógica, puedes utilizarlo para pensar con mayor claridad, fuera de la imposición de la lógica de la ciudad, su ritmo, el trabajo o el dinero. No significa que ahora tomes tus decisiones con base en las cuatro estaciones o las horas de luz (aunque los beneficios de hacerlo están más que demostrados también.) Salir de una lógica a la que estamos demasiado acostumbrados, nos permite instalar nueva información en el subconsciente que flexibiliza nuestra visión del mundo.
Y cuanto más flexible es nuestro cerebro (lo que se llama neuroplasticidad) más creativos somos a la hora de buscar soluciones y tomar decisiones. Abrimos nuestra mente a nuevas posibilidades. Nos permitimos percibirnos de nuevas maneras. Y con más flexibilidad, también se abre la puerta a una mayor libertad.
Aprovecha tus escapadas a la naturaleza para abrazar árboles, andar descalza sobre la tierra, pero también, para reflexionar sobre tu vida y decisiones que quieras tomar.
Espero que esta nueva perspectiva te sirva y pruebes a utilizarla en tu próxima salida.
Un abrazo,
Sally Fenaux Barleycorn
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